Innovación en Nuevo León y el mundo

Sexta Edición

Competencias suaves para el uso y desarrollo de la inteligencia artificial

Autor: Karim Pluma | Universidad Tecmilenio

Predecir con exactitud los impactos a largo plazo de la inteligencia artificial (IA) no es una tarea fácil. Sabemos desde la teoría que esta ciencia aplicada de hacer máquinas y programas computacionales capaces de aprender y de resolver problemas utilizando métodos que requieren inteligencia humana pudiera tener el potencial de ejecutar un sinnúmero de funciones de manera muy superior a la de cualquier ser humano. Sin embargo, aunque estamos a décadas de experimentar todo su potencial, a casi dos años de haber iniciado esta “carrera espacial”, el valor que la IA ha generado en distintas industrias es indiscutible.  Deloitte indica que hasta un 36% de las empresas que han adoptado la IA en alguno de sus procesos ha experimentado retornos “altos” o “muy altos”, según sus aplicaciones, las cuales van desde servicio al cliente hasta mejoras medioambientales. Un ejemplo de ésta última es el de Cemex, quien en colaboración con la multinacional tecnológica sueco-suiza ABB Group, implementó el uso de la IA para mejorar el rendimiento de sus molinos de bola en una de sus plantas en Nuevo León a partir de una reducción en el consumo de energía y las emisiones de CO₂. 

El sector educativo no le ha sido ajeno a estas disrupciones tecnológicas. Desde que OpenAI lanzó ChatGPT al mercado en noviembre de 2022, las universidades y proveedores educativos de todo el mundo celebraron su propia “carrera espacial” por la instrucción en el uso de la IA. Abundan las experiencias educativas en el tema; las hay de todo tipo, y casi todas a precios y modalidades accesibles. Al margen de su calidad curricular, sin embargo, casi toda la oferta existente está enfocada en el desarrollo exclusivo de habilidades duras.

Este desbalance competencial pudiera ser aceptable para el grueso de programas formativos en competencias digitales, pero no así en el caso de la IA. Una lectura alterna de su acepción apunta hacia una insoslayable conclusión: la inteligencia humana es la base de la inteligencia artificial. Ésta estará siempre al servicio de aquélla en situaciones donde es menester ejercer el pensamiento crítico, la comunicación efectiva, técnicas de resolución de conflictos, el liderazgo, entre otras habilidades netamente humanas.

En Tecmilenio hemos experimentado exitosamente con la humanización de competencias duras en AI en nuestros procesos de consultoría y creación de contenidos. Lo hemos hecho a través de programas hecho a la medida de las necesidades específicas de las empresas, donde trabajamos de cerca, a partir de un modelo de consultoría digital. Sin este complemento de habilidades blandas la transmisión de conocimientos y mejores prácticas se imposibilita; las implementaciones de metodologías como las ágiles fracasan; las conformaciones de equipos multidisciplinarios de trabajo languidecen y – lo que termina pasado – las tecnologías son explotadas a un nivel subóptimo y con bajos retornos de inversión, lamentable situación que convence a los tomadores de decisiones en las empresas no invertir más en capacitación y desarrollo en nuevas tecnologías. 

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